lunes, abril 23, 2007

Sangre de Campeón: 4. -Un campeón respeta la intimidad ajena

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Carlos Cuauhtémoc Sánchez
Sangre de Campeón
Novela formativa con 24 directrices para convertirse en campeón.
Ciudad de México
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A la mañana siguiente, mi mamá llamó por teléfono.

El golpe de tu hermano fue en la cara –me dijo- Además de abrirse la frente, se rompió el tabique de la nariz. Despertó en la madrugada, pero los médicos opinan que deberá permanecer en observación.

- Dile que lo quiero mucho.

- Se. Se lo diré. –hizo una pausa, luego agregó- Pásame a Carmela.

Le di el teléfono a la nana. En ese momento, alguien tocó a la puerta. Fui corriendo. Era Lobelo. Venia en su cuatrimoto con un muchacho gordo, llenos de granos en la cara. Les platiqué lo que había pasado en mi casa.

- ¡Sale, brother! –expresó Lobelo- Sí que tienes mala suerte. De ahora en adelante te diremos así. ¿Qué te parece? ¡Felipe “el Malapata”!

Los dos rieron. Yo también reí. No me gustaba el apodo pero Lobelo y su amigo eran más grandes que yo.

- ¿Quieres subir a la moto? –me invitó después- Vamos a divertirnos un rato.

- Mejor otro día –contesté-. Mis papás están fuera, y yo aún sigo castigado.

- ¡Ándale! Regresamos pronto.

Dudé unos segundos. Carmela seguía recibiendo instrucciones de mi madre. Pregunté:

- ¿Cabemos?

- ¡Claro!

Antes de que la nana se diera cuenta, cerré la puerta y me subí a la motocicleta. Lobelo aceleró. Condujo a gran velocidad y tuve miedo de que chocáramos. Después de un arto llegamos al club deportivo donde mi hermano estuvo a punto de accidentarse en el trampolín. Se bajaron de la moto.

- ¿Vamos a hacer ejercicio? –pregunté.

- No seas tonto, “Malapata”, -dijo Lobelo-. Los traje para enseñarles algo padrísimo. Tú eres miembro de este club. Yo no. Una vez vine con mi tío. Encontré una cosa increíble allá adentro. Dile al policía que somos tus invitados.

- Pero... no traigo mi credencial

- ¡No necesitas credencial! Sólo da tu nombre.

- Me van a cobrar una cuota extra.

Lobelo sacó un fajo de billetes y me lo sacudió en la cara.

- El dinero a mi me sobra. Luego te regalo un poco... ¡Reacciona! Vamos a entrar al club contigo... ¿Entendiste?

El muchacho gordo me jaló de los cabellos y puso un brazo en mi cuello par asfixiarme.

- Déjalo –dijo Lobelo-. Felipe, “el Malapata” es nuestro amigo ¿verdad?

Dije que sí. Me liberaron. Caminamos hacia la puerta. El policía notó en su libreta que mi padre debería pagar una cuota extra por los dos invitados que yo había llevado.

- ¿Y ahora? –pregunté-. ¿Quieren jugar fútbol?

- No somos deportistas –aseguró Lobelo-. Vengan, les voy a enseñar algo increíble.

Lo seguimos. Entramos a las regaderas de hombres; el ambiente estaba húmedo y el piso mojado. Varios señores se bañaban, y una nube de vapor los envolvía. Lobelo caminó por delante volteando para todos lados como un ladrón. Llegó hasta la esquina del vestidor, abrió rápidamente una pequeña puerta y se metió, haciéndonos señales para que lo siguiéramos. Era el cuarto de máquinas, había motores y calderas.

- ¿Qué hacemos aquí? –pregunte asustado-.Si nos descubren...

- Cállate cobarde... Vengan. Miren eso.

Señaló con un dedo una mancha en la pared.

- ¿Qué es? –pregunté.

- Un hoyo. De seguro lo hizo algún trabajador de mantenimiento.

Lobelo subió a la caldera y se detuvo sobre el muro para agacharse un poco y mirar por el agujero.

- ¡Guau! –exclamó después-. ¡Vean nada más! ¡Qué mujer! Está gorda y llena de bolas. ¡Y aquella! ¡Qué diferencia! Esa sí es una flaca.

- A ver. Déjame ver.

El amigo de Lobelo se trepó junto a él. Tuve la sensación de un hormigueo en el estómago.¿Estaban viendo mujeres desnudas por ese agujero?, ¿Pero, cómo?

Pasaron mucho tiempo turnándose para mirar. Después de un arto me dijeron:

- ¿Quieres echar un vistazo? ¿O te da miedo?

El gordo se bajó de la caldera para hacerme un lugar. Subí y me apoyé en el muro. En efecto, pude observar el baño de las mujeres. Había señoras sin ropa.

- ¡Eh! – gritó Lobelo-, ¡al “Malapata” le está gustando!

- ¡Ya quítate! –dijo el gordo-. Es mi turno.

Pero como tardé en obedecer, quiso subirse junto a mí. Perdí el equilibrio. Empujé los tubos calientes de la caldera y se vinieron abajo haciendo un escándalo. El vapor comenzó a rodearnos. Tosimos. Por fortuna no sufrimos quemaduras.

- ¡Vámonos! –dije- ¡Esto puede explotar!

Casi de inmediato alguien abrió la puerta.

- ¿Quién anda ahí?

Varios señores a medio vestir nos miraban asombrados. Luego llegaron dos policías. Fuimos llevados a las oficinas del club. El administrador estaba furioso.

- ¿Qué hacían allá adentro?

Mis compañeros se quedaron callados. El hombre se dirigió a mí:

- Si no hablas, voy a tener que llamar a tu padre.

- No –supliqué-, por favor. Últimamente le he causado muchos disgustos.

- Entonces dime, ¿qué buscabas en ese cuarto?

No tenía escapatoria. Inhalé y dije:

- Vinimos a ver a las señoras desnudas por un hoyo que hay en la pared.

El administrador se quedó pasmado. Llamó a los vigilantes para que inspeccionaran el cuartito de máquinas. Encontraron una vieja cámara con la que seguramente alguien fotografiaba a las mujeres por el agujero. Se armó un gran problema.

- ¿Quién es el responsable de esto? –vociferaba el jefe del club-. ¡Traigan a todas las personas de mantenimiento! Quiero interrogarlas.

- ¿Y nosotros? –preguntó Lobelo-, ¿podemos irnos?

- ¡No! –contestó el hombre furioso-. A ustedes dos no los conozco, pero a ti sí, Felipe, y conozco a tu familia. Tus padres son decentes. Tú deberías serlo también. Escúchame bien: Nadie tiene derecho a mirar o a tocar las partes íntimas de otra persona sin permiso. Cuando estamos desnudos, todos nos parecemos, pero esa desnudez, es parte de tu intimidad. Quien no respeta la intimidad ajena es un perverso. Y hay muchos en este mundo: Gente que falta el respeto a las mujeres y les hace invitaciones indecentes, gente que toma fotografías de personas desnudas para luego venderlas o exhibirlas; gente incapaz de comprender que la sexualidad es algo hermoso par compartir cuando se está casado, en un ambiente de amor.

Lobelo y su amigo parecían fastidiados. Miraban hacia el techo distraídos. El administrador levantó aún más la voz:

Ustedes tres, niños, nacieron gracias a la unión amorosa de sus padres. Son producto de la bella intimidad de dos personas que se amaban. Es algo muy grande y bueno ¿comprenden? ¡Nunca se dejen llevar por quienes tratan al cuerpo humano como lago sucio! ¡Nunca vean pornografía, ni hablen de la desnudez de otra persona con morbo o malicia! ¡No participen en conversaciones obscenas! ¡Sean distintos! Hay muchos niños irrespetuosos, que llegan a convertirse en jóvenes desvergonzados y en adultos malvados. ¡No sean ese tipo de niños! Los verdaderos triunfadores respetan su cuerpo y el de los demás, saben darse su lugar y no permiten que nadie los obligue q hacer travesuras de tipo sexual, ¿de acuerdo?

Hubo un largo silencio.

¿Ahora sí nos podemos ir? –preguntó el Lobelo.

Váyanse –contestó el administrador-, pero tú, Felipe, quédate aquí. Todavía tenemos cuentas que arreglar. Hubo algunos tubos rotos. Vamos a determinar los daños y me firmarás un pagaré.

Mis compañeros salieron y yo me quedé adentro.

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